Hace poco nos referimos al fin de la misión MESSENGER, acrónimo
de MErcury Surface, Space ENvironment, GEochemistry and Ranging (Medición de
Superficie, Ambiente Espacial y Geoquímica de Mercurio), cuando la NASA dio por
terminado su trabajo el pasado 30 de abril, día en que la sonda espacial chocó
contra la superficie del planeta Mercurio luego de agotarse su combustible,
dando fin a más de 4 años de actividad en la órbita de este planeta.
Pero incluso hasta el momento previo a su impacto con
Mercurio, la sonda siguió enviando información muy importante sobre el planeta
más cercano a nuestro sol, más exactamente, sobre su campo magnético.
Los últimos datos procedentes de MESSENGER, revelaron que el campo
magnético del planeta Mercurio se formó hace casi 4.000 millones de años, según
un estudio publicado en la revista Science. Cuando la sonda Messenger sobrevoló
cerca de la superficie de Mercurio, apenas a 15 kilómetros de distancia, el
magnetómetro recogió datos de las rocas y revelaron que el campo magnético es
muy antiguo, de entre 3.700 y 3.900 millones de años.
De hecho, el planeta se originó cerca del momento en que
se formó la Tierra, que data de hace 4.500 millones de años. "Los datos
científicos obtenidos por estas recientes observaciones son realmente
interesantes y lo que hemos aprendido del campo magnético es solo el
principio", explicó Catherine Johnson, científica planetaria de la
Universidad British Columbia de Canadá y autora principal del estudio. “Mercurio
ha tenido que esperar mucho para poder comenzar a contarnos su historia, pero
ahora ya empezamos a saber más sobre ella”.
Desde hace cuatro años, junto a su equipo, Johnson
estudia y analiza los datos que la sonda espacial Messenger ha ido enviando sobre Mercurio, descubriendo que, junto a la Tierra, es el único
planeta del Sistema Solar Interior que preserva esta propiedad, un dato que
ayuda a los científicos a reconstruir parte de la biografía de este cuerpo
celeste.
Como lo mencionamos antes, MESSENGER orbitó alrededor de
Mercurio durante cuatro años, entre 2011 y 2015, antes de estrellarse el pasado
mes contra el planeta. Durante ese período de tiempo, obtuvo y envió datos
muy valiosos sobre el planeta. Los
investigadores usaron la información captada
por la sonda durante el otoño pasado, así como enero y marzo de este año, que
era cuando la nave volaba a tan solo 15 km sobre la superficie de Mercurio. En
años previos, la altitud más baja a la que había orbitado era de entre 200 y
400 km de altura.
Johnson y su equipo se centraron en el estudio del
magnetismo de las rocas en la corteza del planeta. Ya se tenía conocimiento que
Mercurio poseía un campo magnético similar al de la Tierra pero mucho más débil.
La novedad de este estudio, radica en que se ha podido registrar por primera
vez su antigüedad y comprobar que comenzó poco después de que el planeta se
formara, hace más de 4.500 millones de años, aproximadamente en la misma época
que la Tierra se creó.
“Nuestros resultados nos dicen que hace unos 4000
millones de años, Mercurio contaba con un campo magnético global. Para poder
generarlo, era necesario que el hierro líquido a altísimas temperaturas del
interior del núcleo del planeta estuviera en movimiento y ese movimiento se
debía, en parte, al enfriamiento del planeta”, explica Johnson. “La velocidad a
la que se enfría el planeta es muy relevante. Nuestros resultados indican que
lo hace suficientemente rápido para poder generar un campo magnético, pero no
demasiado rápido, porque, aún en la actualidad, lo conserva”.
Asimismo, hay indicios de que Marte en algún momento
también pudo tener uno, aunque desapareció hace más de 3.000 millones de años
al enfriarse significativamente su interior.
Las conclusiones de este estudio son muy importantes, ya
que aportan una nueva pieza de información sobre este planeta rocoso del que se
conoce muy poca información. Hasta que la nave de la NASA arribó a Mercurio en
2011, los escasos datos de los que se disponían, procedían de las observaciones
realizadas por los vuelos de reconocimiento de Mariner 10, una misión espacial
no tripulada de los años 70.
“Mercurio es un planeta rocoso fascinante”, opina Josep Trigo,
líder del grupo de Meteoritos y Ciencias Planetarias del Instituto de Ciencias
del Espacio. “El cartografiado de su superficie y su caracterización
mineralógica en base a espectrómetros de última generación nos ha permitido
comprender mejor el tortuoso pasado de este planeta, marcado por numerosos
impactos y mucho más energéticos que los ocurridos en otros como la Tierra”.
Imagen de la superficie de Mercurio tomada y enviada por la misión MESSENGER.
Respecto al estudio y análisis de los datos de MESSENGER
sobre su campo magnético, el investigador Trigo señala: “Resulta un
descubrimiento remarcable porque ejemplifica que la Tierra no fue el único
planeta con un campo magnético relevante. Los campos magnéticos son los
protectores de la vida evolucionada ante la radiación intensa de su estrella (en
este caso, el Sol). Necesitamos campos magnéticos de tipo dinamo, como el de
Mercurio, para encontrar vida inteligente en los ya miles de exoplanetas descubiertos”.
La importancia del aprendizaje sobre el planeta Mercurio,
radica en que a través de este, los científicos lograrán comprender, a largo
plazo, la razón por la que los planetas del Sistema Solar Interior (Mercurio,
Venus, Tierra y Marte) son tan diferentes entre sí. “La ciencia de esas observaciones recientes es
muy interesante y lo que hemos aprendido sobre cómo evolucionaron los campos
magnéticos de Mercurio en el tiempo es sólo el principio”, dice Johnson, que
emplea una metáfora para recalcar la importancia de su descubrimiento: ”Es como
si quisiéramos trazar el árbol genealógico de nuestra familia; para ello
deberíamos conocer todas las piezas (las personas) que lo integran, para saber
cómo se relacionan unas con otras y cómo esas relaciones conducen a nuestra
familia actual. Nuestro descubrimiento es una pieza importante del árbol
genealógico de Mercurio”.
Los investigadores y autores del estudio, aseguran que el
siguiente paso será enfocarse en la distribución geográfica de la corteza
magnetizada, para intentar saber de forma más precisa la evolución del antiguo
campo magnético. “Trataremos de hallar la respuesta a preguntas como: cuándo
exactamente se ‘encendió’ el campo, o, si existen áreas del planeta que no
tengan corteza magnetizada”, indica Johnson.
Simulación de la sonda espacial MESSENGER orbitando a Mercurio.
MESSENGER, una misión de 450 millones de dólares, se
convirtió en la primera sonda en orbitar alrededor de Mercurio (en 2011), algo
especialmente complejo ya que ese planeta se mueve mucho más rápido que la
Tierra (una nave espacial debe desplazarse a unos 104.607 kilómetros por hora
para alcanzarlo) y además enfrentarse al calor del Sol.
El éxito de la misión MESSENGER es completamente
incuestionable, pues gracias a esta, los astrónomos y científicos logran tener
una base de datos que les permita ampliar su conocimiento sobre este pequeño
pero interesantísimo astro como lo es Mercurio y cuya información detallada
estaremos ansiosos de conocer.
Información de www.lavanguardia.com
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