1 de mayo de 2015

Vladímir M. Komarov: El Primer Mártir de la Era Espacial




El desarrollo de los viajes espaciales a lo largo de nuestra historia ha sido asombroso. Es sabido que gracias a éstos y al avance en la tecnología espacial es que, a futuro, la raza humana podría llegar a salvarse de una posible extinción cuando en pocos miles de millones de años nuestro Sol destruya la Tierra.

Al igual que todas las ciencias, áreas y épocas de la historia humana, los viajes espaciales tuvieron un inicio, una primera piedra puesta sobre la que se edificó un impresionante progreso de dicha tecnología.

Muchos conocen a algunos de los pioneros que fueron los protagonistas, aquellos que a fin de cumplir importantes objetivos en pro del avance científico, arriesgaron su vida con tal de lograrlo, como Yuri Gagarín, Alan Shepard, Neil Armstrong, Valentina Tereshkova o Alexéi Leonov, quienes valientemente salieron de nuestro diminuto hogar llamado Tierra, para ir al espacio y probar que el ser humano puede hacerlo.

Pero hoy, hablaremos sobre alguien que, por desgracia, no es tan conocido como debería serlo, como lo son los personajes anteriormente mencionados. Se trata del cosmonauta soviético Vladímir Mijáilovich Komarov, el primer hombre de la historia que falleció durante una misión espacial. Fue el 24 de abril de 1967 (el pasado viernes se conmemoraron 48 años) a bordo de la nave Soyuz 1.

La apasionante aventura de la conquista humana del espacio y la Luna es difícilmente explicable sin la mítica figura de este cosmonauta soviético, cuya historia refleja fielmente la trepidante carrera espacial llevada a cabo en plena Guerra Fría.



Nació en Moscú, el 16 de mayo de 1927, y entró en el primer cuerpo de cosmonautas de la Unión Soviética (Grupo 1 de las Fuerzas Aéreas) el 7 de marzo de 1960 siendo piloto de reserva de la Vostok 4, que voló el 18 de agosto de 1962, cuando el éxito de las Vostok inquietaba profundamente a los norteamericanos. Con la Vostok 1, Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en el espacio, compañero al que Komarov conoció y con el que entabló una profunda y estrecha relación de amistad.

Vladímir Komarov (der.) y Yuri Gagarín (izq) de cacería.

Como suplente de Pavel Popovich en la Vostok 4, sentía claustrofobia en la sala de control, pero una libertad absoluta imaginando cómo arriesgaba su vida a bordo de una de aquellas naves espaciales. Y pudo lograrlo, cuando junto a otros dos cosmonautas ejerció de comandante piloto de la nave Voskhod 1, fue su primer vuelo y se produjo el 12 de octubre 1946. El vuelo duró un día y se trató de la primera misión tripulada por más de una persona (ya que además de Komarov, iban Konstantin Feoktistov  como científico y Borís Yegorov como médico). Debido a esto, se le condecoró con la medalla de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin.


LA SOYUZ 1: SU HUELLA EN LA HISTORIA DE LA CIENCIA Y DE LOS VIAJES ESPACIALES
 
 
Representación gráfica de la Soyuz 1.

Todo comenzó cuando la Unión Soviética decidió poner en marcha la misión Soyuz 1. Iniciado en 1962 por Serguéi Koroliov, el proyecto Soyuz abrió definitivamente el espacio a la ingeniería espacial soviética. Koroliov ideó el Complejo 7K-9K-11K compuesto por tres tipos de cohete trabajando en la consolidación de grandes avances con respecto a sus predecesores, pues la Soyuz perfeccionaba los procesos de navegación autónoma, el mando, la maniobrabilidad, el acercamiento y acoplamiento. Pero hasta llegar a la perfección técnica serios contratiempos pusieron en duda la viabilidad del proyecto. La serie de vuelos experimentales de los cohetes activos y pasivos de la Soyuz zozobraron estrepitosamente presentando graves deficiencias técnicas. Hasta cuatro vuelos denominados Cosmos acabaron con una explosión de emergencia, por lo que el lanzamiento de la Soyuz-1 fue un acto de tremenda irresponsabilidad y ejemplo de lo que pueden llegar a provocar las presiones políticas en un equipo de tan alto nivel técnico como el que poseían los ingenieros espaciales soviéticos de la época. Se perseguía el acoplamiento entre dos naves tripuladas, estaba previsto que la Soyuz 1 tripulada por Komarov y actuando como "nave activa" se acoplara a la Soyuz 2 como "nave pasiva", que se lanzaría un día después con Valery Fyodorovich Bykovsky, Yevgeny Vassilyevich Khrunov y Aleksei Stanislavovich Yeliseyev, como tripulantes.
 
Komarov en su entrenamiento previo a la misión Soyuz 1.

Komarov fue víctima de la obstinación de Leonid Brezhnev, quien quería celebrar los 50 años de la Revolución Rusa con un proyecto aeroespacial, en el que se lanzaría una cápsula que luego se conectaría con otra nave en el espacio y de esa forma, Komarov volvería en la nueva nave con sus colegas. Sin embargo, tanto él como Gagarin sabían que la nave Soyuz 1 no resistiría el viaje.  Gagarin y un grupo de técnicos había inspeccionado la cápsula y había encontrado que tenía 203 problemas estructurales graves, que implicaban una alta peligrosidad para que fuera lanzada al espacio. Esto llevó al astronauta a redactar un memo, en el que sugería que la misión fuera postergada, y se lo entregó a su amigo en la KGB Venyamin Russayev. Sin embargo, nadie se lo pasó a Brezhnev y todos los agentes que conocieron el documento fueron degradados o enviados a Siberia. Así, la misión continuó tal y como estaba planeada.

De este modo, Komarov, que estaba casado y tenía dos hijos, sabía que moriría si se subía a la nave, pero no quiso marginarse de la misión, porque el segundo cosmonauta en la lista era su amigo Gagarin. Según algunas fuentes de investigación, Russayev le preguntó: "¿Por qué no te negaste?", y Komarov respondió casi llorando: "Si no participo en este vuelo, enviarán al piloto suplente. Ese es Yura (Yuri Gagarin), él morirá en vez de mí. Tenemos que cuidarlo".

Como se menciona anteriormente, La Soyuz 1 tenía como objetivo probar y planificar el sistema de intercambio de astronautas entre dos naves. ¿Qué quiere decir esto? Muy sencillo: La Soyuz 1 despegaría y, una vez que estuviera en el espacio, una segunda nave, la Soyuz 2, se acoplaría a ella para que sus pasajeros hicieran un intercambio de naves. Era una misión con objetivo experimental, para dominar los principios básicos de cómo debían ser estos intercambios.

En total, cuatro naves no tripuladas que debían haber hecho la función de la Soyuz 1 habían fracasado en sus misiones (la nave Cosmos 133 se había quedado sin combustible a mitad de camino; la nave Cosmos 140A explotó antes de despegar; la nave Cosmos 140 experimentó problemas de altitud y abusó de sus reservas de combustible; y la nave Cosmos 154 se quemó y se desintegró al intentar regresar a la Tierra). Como vemos, las cuatro naves de prueba que habían precedido a la Soyuz 1 dejaban un muy mal sabor de boca en los astronautas soviéticos, que todavía no se veían preparados para lanzar la nave tripulada y lo consideraban una locura. ¿Qué les impulsó entonces a arriesgarse a mandar una nave tripulada y poner en riesgo la vida de un experimentado cosmonauta? La razón parece ser, evidentemente, política.

Según parece, el dirigente soviético Leonid Brézhnev y el militar Dmitri Ustínov fueron los responsables del desastre. Como es sabido, la Unión Soviética estaba continuamente compitiendo con Estados Unidos para superarle tecnológicamente en la carrera espacial, por lo que necesitaban avances rápidos que les dieran ventaja frente a sus competidores.

De hecho, hay una anécdota que cuenta que cuando Komarov mostró su desacuerdo con la idea de que lo enviaran tan pronto al espacio, Ustínov le dijo enfadado que si no accedía a pilotar la nave sería capaz de “quitarle las estrellas del pecho y los galones de los hombros”.

El director del programa Soyuz, Vasili Mishin, debido a las presiones políticas, también les obligaba a sus hombres para que trabajaran más deprisa y cumplieran con los plazos acordados. Y, si alguno de los científicos mostraba su desacuerdo con enviar a Komarov al espacio, les gritaba: “¡No quiero cobardes en mis naves!“. Era una carrera a contrarreloj.

Llegó el día clave y Komarov se levantó poco después de la medianoche, hora local. Después de pasar por un chequeo médico se puso su traje de vuelo, un simple mono gris de algodón, y partió hacia la rampa de lanzamiento a las 3 a.m. Allí se despidió de los miembros de la Comisión, entre los que se encontraban Mishin y Kamanin. El propio Gagarin acompañó a Komarov hasta la escotilla de entrada de la nave.  Así, el 23 de abril de 1967, a la hora indicada, despegaba la Soyuz 1, con Komarov en su interior, convirtiéndose en el primer cosmonauta que realizaba un segundo vuelo espacial. Pero una vez en el aire, la pesadilla comenzó.  
Komarov intentó orientar la nave durante la quinta órbita usando el control manual y el sistema de sensores de iones, pero sin mucho éxito. Comprobó que era muy complicado determinar la orientación de la nave con respecto al horizonte. Entre la séptima y la decimotercera órbita, Komarov debía aprovechar para dormir al estar fuera del alcance de las estaciones soviéticas de onda corta. Tras finalizar este periodo, el cosmonauta anunció que el sistema de orientación por iones había fallado otra vez. Malas noticias, porque sin un sistema de orientación operativo era imposible regresar a la Tierra.

Cuando Komarov abrió los paneles solares, uno de ellos quedó bloqueado, por lo que el sistema energético de la nave quedó sensiblemente mermado, perdiendo simetría, control térmico y estabilidad en los radares. Pulsó todos los dispositivos, recurrió a los planes alternativos de emergencia e incluso llegó a patear desesperadamente el dispositivo que hacía desplegar los paneles solares, pero aquella nave fue engendrada con idénticas deficiencias a las de sus hermanas no tripuladas que zozobraron en las anteriores misiones. Desesperado gritó a la sala de control: “Maldita máquina. ¡Nada de lo que hago funciona!” y desde tierra los ingenieros veían un futuro muy negro para la misión. Intentaron buscar alguna solución para el problema, llegando incluso a plantearse la posibilidad de enviar antes de lo previsto a la Soyuz 2 para que sus tripulantes repararan la primera nave. Esta idea, a pesar de parecer bastante buena a primera vista, era muy difícil de realizar: El tiempo tormentoso era bastante molesto para el lanzamiento y las posibilidades de que llegara a tiempo eran escasas. Por ello se optó por hacer regresar cuanto antes a la nave pilotada por el coronel Komarov. La escena parecía sacada de una película de acción: Desde Tierra, Yuri Gagarin le transmitía las órdenes a Komarov para su regreso; el director de la expedición, Vasili Mishin, le deseaba suerte; el primer ministro soviético Alekséi Kosygin se presentaba en persona en el centro de comunicaciones y estableció una llamada para darle ánimos  al cosmonauta diciéndole que era un héroe, luego, Komarov pidió comunicarse directamente con su esposa, a la que dejó todo dispuesto para atar el futuro de sus hijos, que heredaron su legado de ilusión y pasión por un sueño. Antes de hacer la reentrada y dar por finalizada la comunicación, Vladímir Komarov se despidió con la siguiente frase: “Si muero, no sientan lástima por mí; habré muerto haciendo lo que más amaba.”

EL FATÍDICO DESENLACE

La batería proporcionaba a la nave de energía suficiente para lograr dos órbitas más alrededor de la Tierra, y la reserva especial que se activaba en caso de que la primera se agotara, permitía otras tres órbitas terrestres. Komarov inició las maniobras de parada de la nave mientras orbitaba el lado nocturno de la Tierra, el reino de las sombras envolvieron el destino inmediato del cosmonauta, quien efectuó con enorme precisión el giro de la cápsula sobre sí misma. Usando un periscopio y tomando a la Luna como referencia para orientarse, Komarov hizo que la cápsula girara sobre sí misma para estabilizarse y comenzar el frenado.

Entonces, cuando la nave estaba frenándose, el combustible se acabó bruscamente y el sistema de navegación ordenó el apagado de los motores. La situación ahora era de vida o muerte: La nave estaba entrando en la Tierra en modo balístico. En ese momento, Komarov abrió los paracaídas de la nave.
Para su desgracia, el compartimento de los paracaídas, debido al enorme calor al que estaba siendo expuesto con la entrada a la Tierra, se había fundido. Esto provocó que los paracaídas principales (los cuales también tenían fallos de diseño) no se desplegaran correctamente y que el paracaídas de repuesto se enredara y no consiguiera desplegarse.

Básicamente, la explicación del fallo con los paracaídas es la siguiente: El procedimiento requería que primero se desplegase un pequeño paracaídas (el paracaídas piloto) que debía estabilizar la cápsula y tirar del paracaídas principal. Como estaba previsto, la cubierta del contenedor del paracaídas fue eyectada y a continuación salió el paracaídas piloto. Pero, contra todo pronóstico, el paracaídas principal permaneció dentro del contenedor. Era algo inaudito. En los cientos de simulaciones y pruebas nunca había sucedido algo parecido. El ordenador de la nave detectó que la velocidad de caída no disminuía, síntoma de que había ocurrido algún problema con el paracaídas principal. El paracaídas de reserva se activó automáticamente, pero por desgracia se enredó con el paracaídas piloto que ya estaba desplegado y su cúpula no se pudo abrir correctamente. La nave se precipitó sin posibilidad de frenar su descenso.

Escombros de la nave luego del impacto con la superficie terrestre.

Finalmente, la Soyuz 1 se estrelló contra la superficie terrestre a una velocidad de 200 Km/h, quedando así destrozada. Los miembros del equipo de rescate que viajaban a bordo de un Iliushin Il-14 fueron los primeros que sobrevolaron el lugar del impacto y comunicaron que la Soyuz 1 estaba en llamas. Un helicóptero aterrizó a cien metros de la cápsula poco después. Los rescatistas pensaban que Komarov podría haber sobrevivido y que quizás se encontraba fuera de la nave, así que inspeccionaron los alrededores. Pocos minutos más tarde, Nikolái Kamanin aterrizó en la ciudad de Orsk esperando ser recibido por Komarov. Allí le informaron de la tragedia y se dirigió inmediatamente al lugar de los hechos. Cuando llegó, la cápsula aún estaba en llamas. A estas alturas era evidente que Komarov había muerto y que su cadáver se hallaba dentro de la nave. Kamanin dio orden de apagar el fuego con tierra y se procedió a retirar el cuerpo carbonizado del cosmonauta. Los restos de Komarov fueron hallados a las 09:30 y trasladados a Moscú para su autopsia.

Imagen de los restos mortales recuperados de Komarov.

De esta forma, terminó la vida del valiente Vladímir Komarov,  el cosmonauta que, en principio, no quería morir, pero por presiones políticas acabó entregando su vida a la ciencia y permaneciendo a la sombra de Gagarin y Armstrong, dos héroes que no habrían sido nada sin la figura del coronel.

 
HOMENAJE PÓSTUMO



Valentina Komarov, viuda del cosmonauta soviético, besa una fotografía de su marido durante
su funeral oficial, celebrado en la Plaza Roja de Moscú.


El 26 de abril, dos días después del accidente,  Komarov era enterrado como un héroe y con todos los honores en la muralla del Kremlin, en Moscú, donde reposaban los restos de algunos de los más importantes personajes de la unión Soviética, tales como Lenin o Stalin. Unos días después, un grupo de pioneros que acudió a homenajear al héroe caído encontró más restos de Komarov en la zona y decidió enterrarlos. Varios cosmonautas también se acercaron al lugar para rendir un homenaje a su antiguo camarada.

Asimismo, a Komarov se le otorgaron, por segunda vez, las medallas de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin.

En su honor, también han sido nombrados diversos objetos astronómicos, como el asteroide Komarov (número 1836), el cráter lunar Komarov, una obra sinfónica de Brett Dean llamada “Komarov’s fall”, que se puede encontrar en el disco The Planets, y más recientemente, en abril de 2010, el grupo estonio Allan Vainola le dedicó una canción a Komarov, “Planeetidegi raskus kehtib vahel”.

Monumento en homenaje a Vladímir Komarov en Moscú.

RETROALIMENTACIÓN

La misión Soyuz 1 fue un fracaso anunciado y supuso la pérdida de la inocencia para el joven programa espacial soviético. Era obvio que la nave no estaba lista para un vuelo tripulado. La consecuencia más importante de la tragedia fue la paralización de los programas lunares N1-L3 y L1. Si no ocurría un milagro, la URSS podía dar la carrera lunar por perdida, como de hecho así fue.

Gagarin estaba muy deprimido por no haber podido persuadir a Brezhnev de detener el lanzamiento y  una gran culpa pesaba sobre él. Su comportamiento cambió y ya no era el joven despreocupado de unos años atrás. "Voy a llegar hasta él (Brezhnev), y si averiguo que tenía conocimiento de la situación y aun así dejó que todo esto pasara, entonces sabré exactamente qué hacer", le dijo a Russayev, su amigo de la KGB. Se dice que Russayev le respondió: "Habla conmigo primero, antes de hacer cualquier cosa. Te advierto. Sé muy cuidadoso". De hecho, según dice un rumor divulgado por algunas fuentes, cuando Gagarín finalmente se enteró de que las causas de su muerte habían sido políticas, le tiró un copa de champán en la cara al dirigente soviético Brézhnev. Por supuesto, como en todos los rumores, no se puede confirmar la veracidad de este dato, pero lo cierto es que Yuri siempre se sintió profundamente afectado por la muerte de su colega, el primer mártir espacial. Gagarín murió en 1968 en un accidente aéreo, un año después del accidente de su amigo Komarov, y un año antes que los estadounidenses llegaran a la Luna.


EN LA MEMORIA

Muchas doctrinas y áreas de investigación a lo largo de la historia han logrado su desarrollo por personas que pudieron pensar diferente, romper esquemas y dar el salto para revolucionar e innovar alguna teoría o campo, como por ejemplo, el avance de la ciencia durante los últimos siglos. Muchos reconocen inmediatamente a nombres como Isaac Newton, Galileo, Copérnico y otros muchos científicos que aportaron su ingenio al desarrollo científico, pero lamentablemente, quedan en el olvido aquellos que sacrificaron su vida por su pasión, como Giordano Bruno o Miguel Servet.

Del mismo modo, es indispensable que no solo sean recordados los que “lograron el objetivo”, lo cual es algo importante indiscutiblemente, pero tampoco sería correcto dejar en la penumbra a aquellos que no solo aportaron valor, valentía y talento, sino su propia vida, como lo hizo Komarov, quien se convierte automáticamente en un valiente héroe no sólo por el hecho de haber perecido en su misión espacial, sino por el mensaje de valor y amistad que nos deja con su legado: El valor de aceptar una misión, más política que científica, de la que sabía que no saldría vivo, y, su magnífica gallardía y tenacidad por sacrificar su vida con tal de proteger a la de su compañero y amigo.

Sin duda, el significado de la muerte de Komarov debe estar presente en cada una de las personas que a futuro, tal vez, logren llegar a lugares como Marte, regresar a la Luna, ir a algún satélite artificial de Júpiter o Saturno,  desear buscar algún otro planeta para asentar a la raza humana en varios miles de millones de años o simplemente de aquellos que sentimos un gran gusto por la astronomía y los viajes espaciales.

Dicen que los superhéroes no existen, pero hubo uno que, por su honor, enfrentó a la indolente y corrupta clase política, salvó la vida de un amigo anteponiendo la suya y murió haciendo lo que amaba. No tenía capa, sino un casco y un traje espacial. No tenía visión de rayos láser o fuerza supersónica, pero sí otros poderes mucho más fuertes: la convicción, el valor por la amistad y el amor por su trabajo. No volaba por las nubes usando la mente ni con los brazos extendidos al frente, pero sí lo hacía en el espacio dentro de naves espaciales. Su nombre era Komarov, el héroe Vladímir Mijáilovich Kómarov.




VÍDEO HOMENAJE AL COSMONAUTA SOVIÉTICO





Fuentes:
-Diario La Tercera
-Vavel.com.es
-Naukas.com
-Otros

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